jueves, 28 de julio de 2011

veinticuatro del siete

Domingo. Podía llamarme L ó G. El sábado decidí no dar prioridades: gana el que llama primero. Con L no había plan. Con G, fumarnos un porro y salir a dar vueltas por el barrio chino.
G reaparece en mi vida el viernes (minutos antes de que L llegue a casa) por Messenger. Lo conocí hace varios años, en una cena. G estudiaba locución y era fan de Radiohead. Porque sí, el viernes chateamos y le conté de este experimento, y quedamos que mejor juntarnos a hablar del amor y otras yerbas. Le prometí que no lo iba a incluir en la experiencia. Claramente le mentí. Aunque sospecho que así lo supuso.
Retomo: domingo. Aún en la cama cuando suena mi celular. G. Ok, yo lo prometí: sin vueltas, derechito al tren. Todo sea por la ciencia.
G me va a buscar a la boca del subte. ¿qué parte de mi memoria está tan averiada que yo recordaba otra cosa muy distinta?. Tomo aire, todo puede ser mejor. O peor, claro. Pero preferí relajar. Vamos a su departamento: G vive con un amigo. G y su amigo son increíblemente ordenados y pulcros. O al menos para mí. Hay algo que me pasa siempre: cuando llego a una casa y esa casa está desordenada, me relaja. Siento que mover algo no sería desbaratarle el mundo a nadie. Vamos al cuarto de G. Armo el porro, porque él dice ser horrible. Yo también soy bastante mala, pero tuve la percepción que pedirle que lo haga él era exponerlo demasiado. “ah, sos re jipi vos”, me dice. Lo miro. Sigo armando. Empezó a hablar de política: niño deglutido por el discurso de tolerancia de los chicos que dicen no ser pro, pero votan a Macri. Ya hacía más de diez minutos que me quería ir. Me llevo el porro a la boca para encenderlo. “¿ya lo vas a prender?”. Mi cara de asombro preguntaba qué íbamos a esperar. “no, es que la casa es libre de humo. Si querés primero tomamos un café y después vamos al balcón a fumar”. Ok. Estaba re tolerante, lo juro. Mientras me prepara el café me cuenta de todas las cosas que la marihuana le hace sentir. Se me ocurre preguntar a qué se debe que tenga tantos temores. Mientras se soplaba la nariz me dice: “y eso que no te conté nada. Creo que soy hipocondriaco”. Chucho de miedo no es lo que me generó, pero cerca. Necesitaba rajar. Era clave. Ni el porro me iba a salvar de esa. Amigo de G pone partido en televisión. Sunday bloody Sunday. Otra vez en el encerrado cuarto de G. Propongo salir a la calle. Accede no sin antes preguntar si algo me había hecho sentir mal. No podía responder que todo, claro; me limité a decirle que el relato dominguero de fútbol me hace doler la cabeza. Y eso también es cierto.
Paseábamos (¿paseábamos?) por el barrio chino. Y el universo hizo lo indicado:

G: …si ahora está lleno de gente, esperá a que salgan los que están en la cancha de river
N: ¿juega river hoy? Ufff, me voy YA. No me quiero cruzar con los hinchas en el viaje
G: no, pero no juega river, es uruguay /paraguay
N: no importa! El mundo del fútbol me desquicia!
Y así empiezo a caminar derechito hacia la estación Barrancas de Belgrano que me depositara en Retiro para seguir viaje a Bernal. Para volver. Para huir.

Retiro: subo al 22. Ya fue, yo lo llamo.

N: Hola, L
L: Hola… ¿cómo estás?
(necesito que ese hombre deje de mirarme y me de intimidad para poder aceptar este momento de rechazo en soledad)
N: Bien, ¿vos?
L:  Arruinado… recién me levanto (domingo, 17hs., aprox.)…te iba a llamar…
N: ah… no, yo te llamaba por ver si querías hacer algo… aunque imagino que no…
L: eeeh… no sé… ¿qué proponés?
N: No sé, yo estoy en Retiro ahora… ¿ir a tomar una cerveza?
L: ¿cerveza? Mmm…creo que paso
(loco, posta, dejá de mirarme porque la estoy pasando maaal!)
L: unos mates tal vez…
N: ah, ¿mates?
(sí, forro, la chica quiere birra el chico quiere mate, ¿y?)
L: quizá dentro de una hora esté apetente de birra, pero ahora…
N: bueno, pero entonces estás diciendo que venís para mi casa
L: Psee… estoy esperando que llame mi hija en realidad (que estaba de viaje con sus abuelos). No sé cuándo va a llamar…
N: Bueno, nada, vos avísame si venís, y listo. Yo todavía estoy camino a mi casa.
 L: dale, te llamo y te aviso
N: Listo, entonces. Beso, L.
L: chau, un beso.
(sí, me sacaron cagando, sorete. ¿podés dejar de mirarme ahora?)

Tres minutos de mirar la ventana tratando de esquivar la postura inquisidora de este extraño sujeto que no me daba intimidad. Suena mi teléfono. L. Que su hija seguramente lo llamaría tipo 8. Si no quería bajarme del bondi antes, cerca de su casa, e íbamos a dar una vuelta. Que sí, que eso era lo que yo proponía desde un principio, pero que evidentemente no había sido clara. Corto. Sonrío a mi público. Tomá, forro. Y sí, mirá qué bueno que está el que me espera cuando bajo del bondi.

No quería ver a L por despecho ante mi situación con G. Quería ver a L porque el viernes tuve un encuentro conmigo del tercer tipo estando con él. Me vi en él. Y necesitaba contarle, decírselo. Intimidades más íntimas que no puedo publicar, muchachos. Pero yo suelo rajar cuando pasan esas cosas. Suelo rajar cuando quedo expuesta. Yo sabía que había altas posibilidades de que L quisiera rajar también. Conozco a la perfección esa situación. Pero no quería que raje. Quería proponerle que juntos liberemos mierda. No pude. Tarde de plaza con perro incluido, hablando pavadas. Las pavadas me encantan pero no cuando tengo las palabras urgentes y la lengua amputada para esas palabras urgentes. Vuelvo a casa. No puedo dormir, tengo que decirle esto a L. Mail. Como corresponsal de la valentía me salen buenos mails.

El lunes L me responde: él no quiere comprometerse emocionalmente con nada que no le genere placer.

Me angustia mucho su respuesta, pero la acepto. Hasta lloré, como liberación de la tristeza que me produjo que no quiera avanzar. También que no quiera avanzar conmigo, pero más doloroso que no quiera avanzar. Si hay algo que tiene L que me conmueve es su deseo de crecer, de modificar. Pero no esta vez.  

Mi reflexión de hoy está puesta sobre el significado corrido que tiene la palabra compromiso y placer. Compromiso no es jugar a los novios. De hecho, no me siento cómoda ante esos jueguitos, me son confusos si no se sostienen desde un plano relajado. Mi búsqueda va por otro camino: el compromiso como cuidado, como ansia de ayudarnos en la tarea de convertirnos en personas más aptas para lo placentero. Y si para eso hay que atravesar un par de fantasmas, estoy dispuesta. Porque el placer es una enorme responsabilidad. Y mi mayor compromiso.

4 comentarios:

  1. Me enganché a pleno con esto boluda, quiero más historias, quiero que todo siga. Excelente post!!!!!! Bueno, espera, cositas: si no quedaba claro que el asunto venía medio minita, con el último párrafo la remataste. Si. Ok. Me quedó claro, jaja. Después: no da que digas "esto no lo cuento muchachos" O contás todo, o no contás nada. Y si no lo contás, hacé la finta con elegancia, porque no vale así. Por último, para mi G se tiene que llamar "El macrista hipocondriaco"... MUA!

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  2. Pensá lo del "Macrista Hipocondríaco" de acá arriba, es una buena propuesta, aunque dudo que vuelva a aparecer acá.
    Por otro lado es zarpado lo que decís acá. Es difícil proponer esas cosas, es difícil sostenerlas porque es difícil aguantarse las incomodidades que surgen, aún sabiendo que pasarán y vendrá algo transformado (con o sin compañía). Y justamente es la compañía la que puede flaquear y largarse cuanto antes del barco. Pero me parece muy bien asumido tu compromiso y te aliento a que sigas con tu experimento porque las reflexiones que puedo leer me hacen pensar más (bueno quizá no quieras eso ajaja, pero son pensamientos útiles) Besooo.

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  3. Sin dudas el macrista hipocondriaco no aparecerá más...

    Martín, amigo, usá un poco la imaginación... TODO no se puede!

    Y sí, Noe: la compañía puede bajarse del barco. Estoy casi segura que eso es lo que va a pasar con L. Pero no es lo importante, ¿no?. Yo ya sé estar sola. Y me gusta. Y si ahora me emprendo a conocer otras formas de estar, pues entonces que valga la pena! con incomodidades y todo.

    Besos, lindos!

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